martes, 29 de octubre de 2013

Los Comienzos II

Cuando varios senderos se entrecruzan

Volviendo al camino, el semillero gozaba con un líder que recientemente había celebrado el nacimiento de un hijo varón. ¡Que maravilla de niño! Lleno de bendiciones, es una alegría para la familia y sobretodo una estrella que ilumina con su luz a sus abuelos, tíos y padres. Sobre todo a los padres a altas horas de la mañana evitando que el líder del Semillero pueda ejercer con la constancia requerida sus responsabilidades en el grupo de ciclismo. Los integrantes del Semillero entienden la situación y deciden realizar un acercamiento a otro grupo de ciclismo para no tener tropiezos en las salidas de cada mañana. 


Este grupo de ciclismo es autodenominado Grupo de Oración. Para el autor el nombre en su momento no tenía mayor relevancia. Lo que si tuvo relevancia fue conocer las rutas que hacían y aún más al paso que las realizaban (entiéndase por paso la velocidad en la que se realiza la actividad). 

Ante tal situación y entendiendo que se enfrentaba a una trifurcación del camino:

  1. Montar en bicicleta solo.
  2. Montar con el Semillero donde el líder tenía problemas infantiles para salir todos los días (aclaro que él mismo usa esta expresión).
  3. Montar con el Grupo de Oración.
La decisión fue tomada casi que de manera obligada con tal de continuar en la senda del ejercicio y con mucha ansiedad conociendo el nivel de los ciclistas de éste nuevo grupo de ciclismo.

Al siguiente día, me levanto con ánimos y decidido a dar lo mejor de mi y me dirijo al punto de encuentro. Que en realidad son tres o hasta cuatro según los asistentes de cada día, antes de comenzar la ruta que se define de manera diaria por unanimidad.

Que maravilla, es, para mi satisfacción, un grupo de personas alegres, que aún antes de salir el sol, te saludan con una sonrisa y un abrazo. ¡Sin conocerte! Ya mis ansiedades comienzan a desdibujarse y casi hasta creo que se dejé salir una o dos palabras antes de saber que el líder y anfitrión además nos ofrece una taza de tinto (léase café... y hasta leche o instacrem he tenido la bondad de recibir de su parte). Luego de este caluroso recibimiento (y bien caluroso, a veces hay que adicionarle agüita al café para poder terminar antes de la hora de salida), comienza la ruta, esta vez saldremos a la Oficina. 

Todo comienza de manera agradable con una pequeña inclinación hacia abajo pero al cabo de un par de minutos de aquella pendiente hermosa no queda más que el recuerdo. Es hora de subir, y rápidamente mis ojos (que ven poco pero con los lentes de contacto entiendo las formas), observan como todos se van alejando poco a poco y mi pedaleo no logra dar el ritmo para tratar de equipararme al de ellos. Entre los ciclistas que me adelantan puedo estar seguro que pasa por mi lado una dama. Y pienso para mi, aquí puede ser que encuentre compañía para terminar esta ruta. Cual será mi sorpresa al ver que ella pasa de largo y por más que intento no tengo la suficiente fuerza para tratar de estar a 20, 30 o por lo menos 50 metros de su rueda trasera.

Estaba perdido, mi incursión al ciclismo estaba languideciendo, pero en la distancia veo un alma que se apiada de mi, me da ánimo y se detiene para acompañarme. Alcanzo a escuchar que le dice a sus compañeros, yo lo acompaño esta vez. Y mi corazón da un brinco de alegría, no tendré que estar completamente solo, y a la vez pienso: "Tendré que terminar la ruta, que pena que me vean regresar sin terminar".

Los Comienzos I

Una travesía no es igual si se realiza a solas.
Hoy hace aproximadamente tres meses comencé (digo comencé aunque ya hace años lo había hecho) a montar en bicicleta. Realmente fue un comienzo, vivo en Manizales y desde el sitio donde vivo casi que no importa a dónde vaya, hay que subir. La primera vez que monté lo hice con mi esposa y una prima de ella. Fue una vuelta corta, creo que no sumamos ni 5 kilómetros. Pero lo importante fue comenzar, dar el primer pedalazo, sin duda alguna no tenía idea yo hacia que sitios iría a llegar tres meses después.

Ese día regresé a casa rendido, o como decimos por aquí, mamado. ¡Gracias a Dios fue una vuelta corta! Mi esposa tampoco se sentía muy bien, incluso tuvimos que parar varias veces a reponer energías. El siguiente día no había sujeto para montar en bicicleta. Descansamos entonces.

Hoy no recuerdo muy claramente como fueron esas primeras semanas pero para ser prácticos y no aburrir al apreciado lector diré que lentamente comencé a montar con un poco más de frecuencia y luego me uní a un grupo autodenominado: El Semillero. Consistía de un grupo de amigos que estaban saliendo todas (o por lo menos así afirmaban) las mañanas a montar en bicicleta. Esta unión fue corta, mi estado físico era completamente inexistente. Yo hacía mi máximo esfuerzo y ellos parecían ir de paseo como cuando uno va a la tienda lleno de emoción por un dulce que su padre le ha mandado a comprar.

Casi desisto allí, pero decidí retomar mi disciplina de otras épocas, de hace tantos años que en este momento la memoria sabe que los recuerdos están allí, aunque un poco borrosos. Y pensé para mi mismo, la única forma de estar a la par es ser constante, dedicado y ponerle buena cara.

De este modo traté de continuar, pero pude darme cuenta que mi bicicleta tenía unas pequeñas diferencias con respecto a las demás. Ella ha sido una compañera de viaje por muchos años, aunque en los últimos nueve o diez fue más compañera de una pared a la que estuvo colgada. Antes de esta permanencia en forma vertical habíamos recorrido juntos cientos (o tal vez miles) de kilómetros, y a decir verdad, a ambos se nos notaban. Ella, construida de aluminio de avión y yo con unas piernas fofas y sin fuerza. Hoy en día las bicicletas son una historia distinta, enumerar las diferencias es como explicarle a Heráclito en que consiste y para que sirve un smartphone. Son muchísimas y no hace falta poner aquí sobre este "lienzo" los años que ella y yo tenemos de conocernos.