martes, 29 de octubre de 2013

Los Comienzos I

Una travesía no es igual si se realiza a solas.
Hoy hace aproximadamente tres meses comencé (digo comencé aunque ya hace años lo había hecho) a montar en bicicleta. Realmente fue un comienzo, vivo en Manizales y desde el sitio donde vivo casi que no importa a dónde vaya, hay que subir. La primera vez que monté lo hice con mi esposa y una prima de ella. Fue una vuelta corta, creo que no sumamos ni 5 kilómetros. Pero lo importante fue comenzar, dar el primer pedalazo, sin duda alguna no tenía idea yo hacia que sitios iría a llegar tres meses después.

Ese día regresé a casa rendido, o como decimos por aquí, mamado. ¡Gracias a Dios fue una vuelta corta! Mi esposa tampoco se sentía muy bien, incluso tuvimos que parar varias veces a reponer energías. El siguiente día no había sujeto para montar en bicicleta. Descansamos entonces.

Hoy no recuerdo muy claramente como fueron esas primeras semanas pero para ser prácticos y no aburrir al apreciado lector diré que lentamente comencé a montar con un poco más de frecuencia y luego me uní a un grupo autodenominado: El Semillero. Consistía de un grupo de amigos que estaban saliendo todas (o por lo menos así afirmaban) las mañanas a montar en bicicleta. Esta unión fue corta, mi estado físico era completamente inexistente. Yo hacía mi máximo esfuerzo y ellos parecían ir de paseo como cuando uno va a la tienda lleno de emoción por un dulce que su padre le ha mandado a comprar.

Casi desisto allí, pero decidí retomar mi disciplina de otras épocas, de hace tantos años que en este momento la memoria sabe que los recuerdos están allí, aunque un poco borrosos. Y pensé para mi mismo, la única forma de estar a la par es ser constante, dedicado y ponerle buena cara.

De este modo traté de continuar, pero pude darme cuenta que mi bicicleta tenía unas pequeñas diferencias con respecto a las demás. Ella ha sido una compañera de viaje por muchos años, aunque en los últimos nueve o diez fue más compañera de una pared a la que estuvo colgada. Antes de esta permanencia en forma vertical habíamos recorrido juntos cientos (o tal vez miles) de kilómetros, y a decir verdad, a ambos se nos notaban. Ella, construida de aluminio de avión y yo con unas piernas fofas y sin fuerza. Hoy en día las bicicletas son una historia distinta, enumerar las diferencias es como explicarle a Heráclito en que consiste y para que sirve un smartphone. Son muchísimas y no hace falta poner aquí sobre este "lienzo" los años que ella y yo tenemos de conocernos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario